TRIBUNA: ¿CONTROLAR O LIBERALIZAR LOS FLUJOS MIGRATORIOS? BLANCA SÁNCHEZ ALONSO
La globalización perfecta
BLANCA SÁNCHEZ ALONSO
EL PAÍS - Opinión - 29-10-2006
Parece razonable abrir un poco la puerta y asumir otro tipo de costes
A diferencia de la primera globalización en la que los movimientos internacionales de mano de obra fueron verdaderamente globales, hoy en día todo está globalizado menos las migraciones. La tendencia, además, parece ir a favor del mantenimiento de esa globalización imperfecta. Desde las encuestas de opinión de los países avanzados, hasta las declaraciones de políticos de todos los partidos, pasando por resultados de referéndum recientes como el de Suiza, el mensaje es el mismo: tenemos demasiados inmigrantes, debemos controlar las llegadas (evitando las ilegales) y hay que endurecer los requisitos de entrada. Como la mayor parte de las legislaciones migratorias de los países avanzados son especialmente restrictivas para trabajadores no cualificados, eso significa que estamos hablando de restricciones a la movilidad de la población de la mayor parte de los trabajadores de países en vías de desarrollo. Las comparaciones con la liberalización que ha tenido lugar en el comercio mundial y en el mercado internacional de capitales en los últimos años resaltan aún más la anomalía de unas restricciones cada vez más intensas a la movilidad internacional de la mano de obra. En los últimos cincuenta años el esfuerzo por liberalizar el comercio mundial ha dado como fruto no sólo la existencia de un organismo como la Organización Mundial de Comercio (OMC) sino un consenso prácticamente unánime sobre las ventajas de abrir las fronteras al comercio. No existe ningún organismo internacional que tenga como propósito declarado liberalizar las migraciones internacionales ni parece estar en la agenda de los proyectos globales. Y sin embargo, están empezando a oírse voces a favor de una liberalización de las migraciones sobre las que merece la pena reflexionar pues los argumentos que utilizan destacados economistas como Bhagwati o Prichet están muy lejos de caer en la demagogia fácil. Sorprende que entre los grandes proyectos de desarrollo mundial (desde los famosos Objetivos del Milenio pasando por las campañas del 0,7% o similares) no haya ni uno solo que plantee mayores cuotas de entrada en los países avanzados para los trabajadores de los países pobres. Las ganancias potenciales que para los países pobres supondrían un aumento de su cuota migratoria son de tal magnitud (según estimaciones del Banco Mundial) que no se entiende como ONG o instituciones sociales y académicas de todo tipo preocupadas por el desarrollo no estén haciendo todos los esfuerzos posibles para reducir las barreras a la movilidad internacional de la mano de obra. Los proyectos de desarrollo de los organismos internacionales son aún más contradictorios: todos ellos funcionan sobre el esquema de los Estados-nación. Existe todo un entramado de organizaciones preocupadas por el desarrollo de Senegal, El Salvador o Mauritania, pero no existe ninguna entidad internacional preocupada por el bienestar de los senegaleses, salvadoreños o mauritanos independientemente del país en el que residen. Sus gobiernos respectivos, mientras tanto, reciben unos 70.000 millones de dólares en concepto de ayuda al desarrollo. Se podrá argumentar que la mayor entrada de inmigrantes tendría consecuencias negativas para determinados grupos de la población receptora, que generaría problemas sociales, etcétera, pero también la liberalización del comercio crea "perdedores" en las sociedades avanzadas (empresas que no pueden competir, pérdidas de empleo...) y no por ello se ha dejado de avanzar en la liberalización del mercado mundial. Se podrá argumentar también que el principio de reciprocidad, básico en las negociaciones de comercio mundial, es inviable en el caso de las migraciones: si Estados Unidos aumenta la cuota de inmigrantes salvadoreños el que El Salvador esté dispuesto a aceptar más inmigrantes de Estados Unidos es irrelevante pues el flujo es en una sola dirección. El razonamiento, sin embargo, no invalida la paradoja de que se dediquen millones de dólares en el control y en la vigilancia de fronteras para evitar la entrada de ilegales. Parece razonable plantearse la alternativa de abrir un poco la puerta y asumir otro tipo de costes.
El segundo argumento sobre el que merece la pena reflexionar es de carácter moral. Después de al menos un siglo de batallas por eliminar la discriminación del ser humano por su sexo, raza, religión o creencias resulta que el factor de mayor desigualdad hoy en día en el mundo es el lugar de nacimiento y paradójicamente es sobre ese criterio sobre el que las sociedades avanzadas aceptan discriminar quién tiene derecho a vivir dentro de nuestras fronteras. Los europeos del siglo XIX lucharon por conseguir la eliminación de las barreras a la emigración y por el derecho a la libertad de residencia; podemos justificarlo con todo tipo de argumentos pero ese derecho no existe hoy en día para la mayor parte de la población mundial.
Quizá sean insuperables las fuerzas en contra de una (modesta) liberalización mundial de las migraciones, quizá los ciudadanos de los países avanzados prefieran seguir contribuyendo al desarrollo de los países más atrasados colaborando con ONG o presionando a sus gobiernos para que dediquen más cantidad de sus impuestos para ayuda al desarrollo, quizá los votantes quieran seguir decidiendo quién tiene y quién no tiene derecho a vivir dentro de nuestras fronteras, pero cada día empieza a ser más evidente que la única preocupación en los foros internacionales tiene que dejar de ser qué hacemos para que no vengan.
Blanca Sánchez Alonso es profesora de la Universidad San Pablo-CEU.
jueves, 11 de octubre de 2007
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2 comentarios:
Esta misma pregunta la lanzaba el foro digital del diario El País poco antes de la publicación en el mismo medio del artículo que nos ocupa. En aquella ocasión podíamos leer las opiniones de un buen número de lectores que afirmaban que la mejor opción sería controlar los flujos migratorios, siempre teniendo en cuenta que este hecho no debe suponer un impedimento a la entrada de inmigrantes en otros países. Los motivos que daban los lectores es que liberalizar estos movimientos de personas supondría una forma fácil y rápida para la propagación de actitudes racistas y xenófobas entre las capas más desfavorecidas de la población. Al mismo tiempo se ponía de manifiesto que, en efecto, ninguna persona es ilegal, es su comportamiento el que puede llegar a serlo, pero no la persona en sí por el hecho de serla. Evidentemente este hecho no es motivo suficiente para olvidarnos de que es imprescindible que existan en todos los países una serie de controles de entrada y salida de personas que garanticen la legalidad de estos movimientos e impidan la proliferación de las tan temidas mafias.
Por su parte, María de la Concepción González Rabanal, del Departamento de Economía Aplicada y Gestión Pública de la UNED, en un artículo titulado “El control de las migraciones y la globalización de las economías ¿Fenómenos compatibles”, publicado en la revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales en el año 2004 , contempla los peligros de la globalización salvaje y el desarrollo de movimientos incontrolados de población y considera que hacen necesaria la adopción de una estrategia conjunta que sea capaz de conciliar los derechos de las personas a desplazarse sin trabas con las exigencias de la estabilidad macroeconómica a nivel mundial. Se trata, en definitiva, de analizar en detalle las implicaciones de la plena liberalización de los movimientos de población y de la imparable globalización de las economías con el fin de minimizar los costes que la falta de previsión y/o de regulación de unos y otra pueden generar.
Según un estudio realizado por la Fundación BBVA, España es el segundo país con mayor número de extranjeros por detrás de los Estados Unidos. El 10,8% de la población española es inmigrante (de los que el 5% han llegado en patera). De hecho, en las encuestas realizadas por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en los últimos años acerca de los problemas que más nos preocupan, destacan que entre el 60 y el 62% de los encuestados consideran que hay demasiados inmigrantes en nuestro país y el 85% cree que sólo deben entrar los que vengan con contrato de trabajo. El 6,8 % eliminarían los obstáculos de entrada de inmigrantes y el 6% prohibiría completamente su entrada. Y estas cifras vienen amparadas por el hecho de que existe un pensamiento generalizado que relaciona la inmigración con la delincuencia. Siempre teniendo en cuenta que se refiere a la inmigración procedente de países en vías de desarrollo y/o en situación bélica. El único punto de inflexión lo encontramos en el llamado “Brain Drain” o movimiento de personas con formación que emigran de países en vías de desarrollo a países desarrollados buscando mejorar sus condiciones de vida. En este caso estamos hablando de inmigrantes mejor valorados a los que además se les exige tener un buen nivel educativo, cualificación laboral y perfecto conocimiento del idioma español. La dificultad estriba en que una vez aquí no se conocen esos datos, no son suficientemente valorados o no consiguen la convalidación de estudios, hecho que les impide desempeñar la función para la que han sido formados, con lo que se ven obligados a trabajar en otras tareas, reservadas en la actualidad a los trabajadores inmigrantes (labores agrícolas, servicio doméstico, etc.), con lo que se mantiene la inestabilidad y precariedad en las condiciones laborales de estas personas, dificultando su desarrollo social y generando la espiral de incomprensión que en la actualidad rodea a la mayoría de la población inmigrante.
En respuesta a la pregunta ¿Controlar o liberalizar los flujos migratorio?, podemos concluir que la opción más acertada sería el control, teniendo en cuenta que se trata de una responsabilidad de la comunidad internacional y no sólo de los países receptores, que los movimientos migratorios son cíclicos y pueden (y de hecho lo hacen) variar su orientación y que debe redefinirse el modelo de inversión en ayuda internacional para que la preocupación internacional pase de ser “qué hacemos para que no vengan” a “cómo mejoramos sus condiciones y productividad tanto en los países de origen como en los receptores”.
Excelente comentario Sole. Sirve de contrapunto a lo expuesto en el artículo y apunta una batería de cuestiones relativas a los problemas de la integración (y el riesgo real de desestabilización democrática)y las barreras de entrada en los mercados de trabajo. Lo comentaremos en clase.
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